domingo, 13 de junio de 2010

El primer día de clases

Era un día de abril del 2003, yo llegaba apenas de Brasil, de una escuela de verano. Di mi examen para ingresar a la docencia y pude ingresar, en último puesto, porque más puntaje vale haber estado enseñando interminables años en la UNI que sacar el segundo puesto en el examen escrito que es una prueba más fiable de que se sabe algo.

Luego me dieron los cursos a dictar: cursos de práctica de la Facultad de Ciencias: Cálculo Vectorial 1 (matemáticas básicas 1), Teoría de Superficies y un curso en la Facultad de Arquitectura: Matemáticas 3 (normalmente se llamaría Matemáticas 1 pero allí hay nombres antojadizos).

Yo nunca había dictado un curso a un salón entero pero sí había expuesto muchas cosas en mi vida académica, sólo que es diferente, la idea es llegar al alumno, hacer que aprenda. No estaba nervioso pero sí dudoso de poder hacer el trabajo, aunque ganas no me faltaban así que me metí al ruedo con todo y zapatos. Pude darme cuenta de algo interesante: los alumnos nunca dicen nada, no debía preocuparme por sus críticas o reclamos, simplemente eran inexistentes, una vez un alumno de arquitectura me dijo algo que marcó mi vida: "Usted es el profesor, es el jefe, el que manda, sólo nos queda creerle lo que nos dice".

Eso me hizo reflexionar, me di cuenta que en mi querida universidad, en general, los alumnos vienen de una especie de formación castrense, la de las academias. Cuando uno sale de la educación nacional y comienza a prepararse para la UNI, si uno era sólo un alumno común y corriente se topa con la triste realidad: "sólo sé que nada sé". Es simplemente traumático ver cómo a otros les salen los ejercicios por docenas mientras que uno puja para hacer siquiera uno no tan difícil. Esto hace que nazca un complejo de inferioridad que lamentablemente también se fomenta en la UNI, por eso muchas veces lo que más le falta a un egresado de allí es el poder desenvolverse, sentirse capaz de tomar decisiones, un tipo con iniciativa.

Grata fue mi sorpresa al ver que este complejo de inferioridad no la tenían tanto los alumnos de arquitectura, se notaba que eran almas libres y rebeldes, dispuestas a todo para hacer valer su punto de vista. Quizás los de las otras facultades debamos contagiarnos un poco de ese espíritu para poder creer en nosotros mismos y en nuestras propias iniciativas.

El profesor no es un dictador, no lo sabe todo y puede equivocarse pero sobre todo puede rectificarse. Y uno como estudiante, por una regla casi de Darwin, está destinado a ser mejor que su profesor y para éste, esa debería ser siempre su meta.

Hasta la próxima queridos amigos.

3 comentarios:

  1. Habrá que analizar porque ellos pueden tener ese espíritu y los demás no.

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  2. Hola.

    Felicidades por el blog, espero siga publicando. No soy de seguir muchos blogs, pero éste me parece muy interesante, creo leer estas reflexiones de vez en cuando es, como mínimo, motivador para seguir con empeño y con más "libertad" nuestras metas...

    Saludos y ¡¡¡felicidades nuevamente....!!!

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  3. Gracias Eichs, trataré de seguir poniendo lo que se me viene a la mente, buena continuación para ti.

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