miércoles, 29 de diciembre de 2010

El Centro de Estudiantes, parte 2

Luego de triunfar en la elecciones y celebrar todo lo que se pudo fue momento de empezar la gestión. Yo tenía mis dudas de que pudiera ser manejable el hecho de ser tantos y sin una cabeza definida, ya que en la práctica todos tenían las mismas funciones y una opinión con el mismo peso. La forma de gestionar el centro de estudiantes fue mediante debates semanales.

Cada semana, los viernes en la noche en el cuarto piso se realizaba la sesión. El secretario de actas fue David García y el moderador Antonio Dalmau aunque también podía ser otro, incluso yo en alguna oportunidad. El principio que adoptamos para realizar un buen debate era hablar sólo cuando se le daba a alguien la palabra, aunque ya se imaginarán que esto fue muy difícil de llevar. Y a veces se llegaba a debates muy acalorados aunque generalmente todo llegaba a un buen término. Después de las reuniones se volvió un ritual obligatorio ir a comer chifa en un restaurant que ya no existe en Habich que servía bien tay pa, hay que reconocer , y al alcance de nuestros modestos bolsillos de estudiante y donde Roberto se pedía un misterioso chaufa montado con dos huevos.

Puedo decir que aprendí mucho de estas sesiones, sobre lo que significa la democracia, el respeto a la opinión distinta y acatar lo que dice la mayoría salvo en el caso en que se abusa la democracia en favor de la impunidad y el aprovechamiento personal. Eso pasó una vez, dos individuos sacaron varias impresiones de la máquina del centro para sus informes y no pagaron nada de nada. Cada impresión era 50 céntimos, bastante para nuestro magro presupuesto, y si sacan la cuenta de que al menos sacaron 20 hojas. Yo denuncié este hecho, fueron encontrados culpables y a la vez eran confesos, pero como la gente era pata de ellos, se votó por no hacerles pagar nada ni sancionarlos de alguna forma. La gente se reía de la palomillada, como lo hacen ciertos políticos cuando se hacen los vivos y eso me irritó bastante, lo que hice fue decir que yo no podía estar en ese centro de gente corrupta y que renunciaba a mi cargo, tras lo cual dejé el lugar.

La gente me buscaba y me decía que regrese que no era nada pero nadie entendía que eso no era por la plata sino por nuestros principios y por la razón de ser elegidos. Al final la gente entró en razón, me dijeron que volviera porque iba a haber otro juicio y que esta vez sería justo. Dicho y hecho volví y se sancionó a esos dos individuos además del dinero que había que reponer.

Cuando alguno de nosotros no cumplía alguna de sus tareas existía una lista de multas para nosotros. Creo que uno llegó a pagar unos 30 soles en total. Creo que en cierto momento se logró una disciplina entre nosotros y todo funcionaba bien. Se lograron algunas cosas que nos costaron pero el trabajo en equipo y la colaboración de todos la hacía posible. Teníamos el periódico mural actualizado cada semana, la biblioteca ordenada y con tarjetas de lectura, la impresora funcionando, máquinas a disposición de los estudiantes, la sala de lectura limpia y sin gente que grite, etc.

Espero escribir pronto la tercera parte y final de esta reseña. Hasta la próxima.