jueves, 24 de junio de 2010

Los compañeros del código

Yo postulé con muchas ilusiones a la escuela de matemática. Además que era la universidad de donde egresó mi papá, es una de las mejores del país en ese rubro. Quería aprender sobre todo lo que había leído alguna vez, quería aprender cálculo, conocer el asunto de la cuadratura del círculo, conocer nuevas geometrías, etc.

Pero cuando llegué a la facultad, todos hablaban de trasladarse, las conversaciones se basaban en cuánto puntaje se necesita para cambiarse, el mínimo número de créditos que se tenían que tener etc. Explico la situación, en la UNI uno tiene varias opciones de elegir carreras, por ejemplo el que quiere postular a matemática tiene que poner en sus opciones ingeniería económica, estadística, ingeniería industrial e ingeniería de sistemas.

Entonces casi nadie sabía en dónde estaba y menos si se iba a quedar allí. En ese momento me sentí algo decepcionado. Tenía la ilusa idea de que había más gente como yo entusiasta por la carrera y con las mismas ganas de estudiar. Me di cuenta que podría estar solo en esta aventura para la cual me había preparado tanto, pero no me desanimé, seguí con eso.

Mis amigos trataban de distraerse un poco, salían a tomar unas cervezas, al billar o tenían sus enamoradas. Estos últimos irremediablemente tuvieron un malísimo semestre y muchos de ellos dejaron la carrera luego. Yo pensaba, ah si tuviera enamorada ahora seguro ese sería mi destino así que aunque no era especialmente asediado por nadie, decidí abstenerme de eso. Jejeje como si tuviera opciones.

Otra decepción fueron los profesores que me tocaron, pocos lograron realmente hacerme sentir que las ganas que tenía de ser profesor estaban siendo totalmente justificadas. Había tipos relajados, irresponsables, desganados, etc. Yo no podía creerlo pero era cierto. Me deprimí mucho tiempo por eso hasta que encontré a mi profesor de álgebra lineal I, el gran maestro Chávez, que ya mencioné en una entrada anterior.

Ahora trato de incentivar a aquellos que están entusiasmados con la carrera tratando de que su ímpetu sea bien dirigido y que se encanten con la carrera que tanto quieren. El problema es que yo no voy hacia ellos, yo espero a que vengan solos. Y normalmente no llega nadie. Tengo una amiga que está estudiando álgebra lineal por su cuenta. Es la única persona que aprovecha mi existencia y mi disposición. Creo que me falta ser más comunicativo y mucho carisma para captar a más gente. Quizás dictar un cursillo por allí.

No todo aquel que llegó sin querer a la facultad anda desmotivado, de la gente que ingresó conmigo hay excelentes matemáticos que se enamoraron de esta carrera y agradecen al destino de haber llegado aquí, nuestra casa.

Hasta la próxima amigos míos.

miércoles, 16 de junio de 2010

Recién comienza, ya se le pasará...


El curso más gratificante de mi vida universitaria fue Álgebra Lineal I (sí sí sí, vectores, matrices, deteminantes), fue la primera vez que vi un matemático orgulloso de serlo y que comunicaba la emoción que le hacía sentir el curso, el venerable profesor Carlos Chávez. Es una persona muy agradable y tiene un gusto casi culinario por el álgebra. Me hizo ver desde la primera clase que había perdido la rigurosidad que hizo que me enamore de la matemática.

Para mí fue todo un honor recibir el encargo de dictar este curso, lo hice tres veces. Es el primer curso formal y netamente de especialidad que reciben los estudiantes de matemáticas. A mí me hubiera gustado despertar las mismas emociones que despertó en mí mi profesor pero mi personalidad no lo permite pero estaba muy entusiasta, los alumnos eran más tímidos que yo así que hice caso del alumno de arquitectura y me esforcé para que sea un buen curso.

El curso lo había pedido también el profesor de práctica, creo que estaría cerca a tener 50 años. Me contaron las malas lenguas que protestó porque yo era más joven y sin experiencia a lo que contestó el coordinador que yo ya casi tenía la maestría, no sé si es verdad, nunca pude confirmar esta información.

Noté que los alumnos no aprovechaban bien la clase de práctica porque los ejercicios estaban algo desfasados de lo que se hacía en clase. Entonces le propuse una nueva idea, que la hoja de problemas se entregue antes de que se dé la clase. Su reacción inmediata fue uuuh no, tienes que avisar con anticipación tengo mil cosas que hacer, bla bla peros y más peros pese a que mi propuesta incluía que yo sería el primero en hacer la hoja de problemas así ya tendrá tiempo para adaptarse a lo nuevo. Viéndose sin salida me dijo que él mismo la haría. Bueno, sí, antes de la clase de práctica pero apenas 4 horas antes. Allí supe que no podía contar con él para lo que pensaba, no compartía mi entusiasmo, para él era un curso más de su larga vida en la universidad. Pensé yo que el árbol que creció torcido no se endereza así que debo preocuparme más por aquellos que empiezan, los alumnos.

Mi informante, un buen amigo mío, me dijo que dicho profesor comentó: "Ahhh el profesor Molina a veces tiene unas ideas... es joven pues, recién entra. Ya se le pasará". En pocas palabras me decía que ya algún día tomaré este trabajo como lo toma él. Gracias a eso entendí cómo era el asunto, la mayoría de gente mientras más envejece, su entusiasmo desaparece, la mediocridad y el conformismo se vuelve su bandera y se le vuelve monótona la vida. Ya no espera satisfacciones, esa frase me dijo "CUIDADO QUE TERMINES ASÍ, OJALÁ NUNCA TE VEAS DICIENDO ESO".

Mi país está lleno de gente así, que no tira para ningún lado. Sé que el desarrollo está basado en que la gente haga con entusiasmo y amor su trabajo, sea vender seguros, tocar música, esculpir, pescar, barrer las callles, hacer de jaladora de una discoteca, etc. no hay profesión menor, ni siquiera enseñar matemática en la universidad...

Otra de las cosas que admiro del profesor Valqui es que a pesar de que enseña en la UNI desde 1959 (¡¿qué edad tiene ahora?!) contagia su emoción y un entusiasmo juvenil que hace que no notemos su experiencia salvo cuando nos percatamos de tu gran sapiencia que sólo puede ser producto de tantos años.

Como dice aquella canción "... Cuántas veces nos han dicho
riendo tristemente
que las esperanzas jóvenes
son sueños
muchos, de luchar están cansados
y no creen más en nada
de lo bueno de este mundo..." (Es la lluvia que cae - Los Iracundos)

Así que me propuse a que "no se me pase nunca" contagiándome del entusiasmo de mis propios estudiantes. Dicen que "todo tiempo pasado fue mejor", mentira, sólo es la juventud que permitía apreciar mejor ese tiempo. Pero disfrutando el trabajo que a uno le fascina hace no se envejezca jamás.

¡Hasta la próxima!

domingo, 13 de junio de 2010

El primer día de clases

Era un día de abril del 2003, yo llegaba apenas de Brasil, de una escuela de verano. Di mi examen para ingresar a la docencia y pude ingresar, en último puesto, porque más puntaje vale haber estado enseñando interminables años en la UNI que sacar el segundo puesto en el examen escrito que es una prueba más fiable de que se sabe algo.

Luego me dieron los cursos a dictar: cursos de práctica de la Facultad de Ciencias: Cálculo Vectorial 1 (matemáticas básicas 1), Teoría de Superficies y un curso en la Facultad de Arquitectura: Matemáticas 3 (normalmente se llamaría Matemáticas 1 pero allí hay nombres antojadizos).

Yo nunca había dictado un curso a un salón entero pero sí había expuesto muchas cosas en mi vida académica, sólo que es diferente, la idea es llegar al alumno, hacer que aprenda. No estaba nervioso pero sí dudoso de poder hacer el trabajo, aunque ganas no me faltaban así que me metí al ruedo con todo y zapatos. Pude darme cuenta de algo interesante: los alumnos nunca dicen nada, no debía preocuparme por sus críticas o reclamos, simplemente eran inexistentes, una vez un alumno de arquitectura me dijo algo que marcó mi vida: "Usted es el profesor, es el jefe, el que manda, sólo nos queda creerle lo que nos dice".

Eso me hizo reflexionar, me di cuenta que en mi querida universidad, en general, los alumnos vienen de una especie de formación castrense, la de las academias. Cuando uno sale de la educación nacional y comienza a prepararse para la UNI, si uno era sólo un alumno común y corriente se topa con la triste realidad: "sólo sé que nada sé". Es simplemente traumático ver cómo a otros les salen los ejercicios por docenas mientras que uno puja para hacer siquiera uno no tan difícil. Esto hace que nazca un complejo de inferioridad que lamentablemente también se fomenta en la UNI, por eso muchas veces lo que más le falta a un egresado de allí es el poder desenvolverse, sentirse capaz de tomar decisiones, un tipo con iniciativa.

Grata fue mi sorpresa al ver que este complejo de inferioridad no la tenían tanto los alumnos de arquitectura, se notaba que eran almas libres y rebeldes, dispuestas a todo para hacer valer su punto de vista. Quizás los de las otras facultades debamos contagiarnos un poco de ese espíritu para poder creer en nosotros mismos y en nuestras propias iniciativas.

El profesor no es un dictador, no lo sabe todo y puede equivocarse pero sobre todo puede rectificarse. Y uno como estudiante, por una regla casi de Darwin, está destinado a ser mejor que su profesor y para éste, esa debería ser siempre su meta.

Hasta la próxima queridos amigos.

Me presento




Soy José Augusto Molina Garay, matemático de profesión, profesor de matemáticas de vocación y trabajo en la Facultad de Ciencias de la UNI.
Facultad de Ciencias - UNI - Lima
Quizás deba decir que ser matemático no implica ser docente, a veces no nos queda de otra pero en mi caso es mi objetivo. Como alumno no fui nada sobresaliente, sólo puedo jactarme de no haber repetido ningún curso, pero nada resaltante en términos de notas.

Eso sí, fui el alumno incómodo para algunos en clase, el que preguntaba, el que hacía observaciones, el que no se dejaba engañar. Muy entusiasta con mi carrera aunque por causa de algunos profesores tuve momentos de depresión, como cuando a algunos de los que admiraba los veía transformarse en simples empleados de sus universidades, ganando bien pero dejando de ser libres.

¿Qué es se libre?, es tan relativo ese término, pero pasaré a explicar lo que es para mí en este contexto. Estoy en una facultad donde soy libre de dictar mi clase como mejor me parezca, dándole el enfoque que quiera, basándome en el programa curricular o en el avance de los otros colegas del curso, pero la forma de dar la clase, la pasión que le pueda poner es a mi antojo. Entonces, puedo comunicar todo lo que siente mi corazón, ponerle las ganas y el nivel que yo desee. Tengo la intención de hacerlo bien, aunque no siempre pueda, al menos quiero aprender. Tengo como lema que pasará el que estudie y esfuerce. Nadie necesita talento para pasar mi curso, sólo ganas y cuenta con toda mi ayuda. Tristemente, pocos la usan, a veces ese esfuerzo no es apreciado, pienso que soy culpable de eso, pero no el único culpable.

Signo de esa libertad es que nadie me impone cosas ni siquiera mi forma de vestir ni mi asistencia. No tengo que hacer pasar a alguien que no lo merece por cuestiones económicas como pasa con muchas universidades particulares. No tengo que frustrarme enseñando cosas que no enriquecen mis conocimientos. Sólo me debo a mis alumnos aunque a ellos no les parezca que sea así.

Si me ven algún día por allí, con el cabello corto sabrán que no tuve más remedio que venderme, y no descarto que pase, cuando pase será porque ya de mi trabajo no sólo dependo yo.

Hasta pronto si alguien lee esto.

Empezando un blog, empezando en Twitter

Saludos posibles lectores:
Aquí trataré de describir una de las experiencias más grande mi vida: el ser profesor universitario. Creo que uno no termina nunca de serlo, salvo que se tengan muchos años y se tengan en el haber muchos alumnos agradecidos y que apreciaron nuestro trabajo.

Verán que a mí, como a todos mis colegas de la facultad de Ciencias, nos enviaron al patíbulo que se encuentra frente a un aula repleta de mentes dispuestas a aprender o a simplemente pasar el curso para seguir existiendo sin decirnos cómo enseñar ni lo que se espera de nosotros. Llevo unos años en este negocio pero siento que hice bien en elegir esto que tantas satisfacciones (virtuales aún) me ha dado hasta ahora.

Espero que puedan acompañarnos, quizás puedas ver la enseñanza universitaria desde el otro lado del salón. Hasta pronto con la primera entrega.

Quizás algún día pueda ser la mitad de bueno que es el profesor Holger Valqui, una eminencia de la enseñanza de las ciencias en mi modesta opinión: